Y ahí estaba ella, delante de la banda de música, ajena a
las miradas de la gente que llenaba la plaza del Panteón de Agripa.
Bailaba, jugaba sin miedo, sin vergüenza.
Por un momento allí mirándola volví a ser niña y fui feliz.
Todo sería más sencillo si nos sintiéramos niños con más
frecuencia.
Malos tiempos para la lírica.