lunes, 5 de octubre de 2015

Ayer



Parada delante de la valla muevo mis pies nerviosa, ayer de camino a casa vi la feria, ahora estoy aquí y la valla está cerrada.
Una mujer coloca manzanas de azúcar, me observa y haciendo un gesto me invita a pasar, me sonrío y entro en un mundo estático, donde las atracciones descansan del ruido que duerme, sillas vacías, taquillas cerradas.
Situada en medio de la calle, intuyo, que al igual que yo, que otros ojos miran; muñecos que esperan que el reloj avance hacia las últimas horas de la tarde, donde los pasos del público levantaran el polvo de un suelo de tierra, donde los niños correrán, y la música despertará para impulsar con su sonido el movimiento del carrusel.
Luces, voces, risas, la sirena avisa que la noria arranca…
Yo ya no estaré, hago las fotografías y me voy, pensando en que si puedo mañana volveré. Dejo a mi espalda el sonido del viento que golpea los toldos, hay un olor dulzor, no me atrevo a girarme y mirar, no sea que como Ruth me convierta en sal.
Al día siguiente no volví.













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